La estética del fracaso en la obra de Samuel Beckett

La conciencia latente solamente puede existir cuando estoy escuchando, leyendo o viendo una escena. Mediante nuestra conciencia latente experimentamos el presente como algo volátil que no se puede verificar, y es devorado por el pasado y el futuro. Los tres tiempos se sobreponen al punto de la simultaneidad, con lo cual parece borrarse la experiencia del tiempo. Un ejemplo de la destemporalización la podemos encontrar en la “Addenda” a Watt con la frase prestada de Jung,30 “nunca nacida del todo” (Watt, 1988, p. 248).

“Sólo se ama lo que no se posee por entero (...) (El amor) no subsiste si no queda una parte por conquistar”

Este razonamiento propone que soportamos la vida gracias a los hábitos y la única manera de escaparse es mediante la experiencia estética, cuando dejamos de lado los velos que disfrazan al objeto. La memoria voluntaria es la percepción directa, la concepción e imaginación, las cuales proporcionan diferentes fachadas y disfraces a los objetos. La única salida que tiene el sujeto proustiano es la memoria involuntaria, misma que se convierte en el escape de una experiencia estética. La situación de la memoria involuntaria regresa el objeto a su pureza y esencia; así, cuando los hábitos se suspenden, el sujeto se libera del orden del tiempo. Un ejemplo de la memoria involuntaria es el famoso episodio de los panecillos remojados en la taza de té en la novela À la recherche...,24 el cual se convierte en la “accidental y fugitiva salvación”. Proust adopta esta experiencia mística como el leitmotiv de la novela: