El sexo oculto del dinero

Algunas descreen que exista la discriminación y están convencidas que llegar es sólo una cuestión de capacidad. Otras, en cambio, son conscientes que para llegar tuvieron que rendir siempre «examen doble» por el hecho de ser mujeres.

Las mujeres que tradicionalmente han estado —y siguen estando— excluidas del control de las armas y del dinero (entre muchas otras cosas) ven reducidos sus recursos de manera significativa. Y en sus necesidades legítimas de poder o de defensa suelen a menudo echar mano de lo que se les asignó como específico: el amor.

El lenguaje popular, que recoge lo

Emerge un profundo sentimiento de solidaridad y el comienzo de rever y redimensionar la tan mentada «competencia entre mujeres», aquella que remite a la lucha despiadada por conquistar a un hombre.

Un hombre ambicioso suele ser visto como alguien que cumple con su destino, que seguramente contribuirá al desarrollo sociocultural y que la comunidad necesita para llevar adelante sus proyectos de expansión, enriquecimiento y prosperidad.

Por el contrario, una mujer ambiciosa despierta recelos y muy frecuentemente genera comportamientos defensivos.

Y aquí se cierra el círculo: el tiempo, las energías y los desvelos dedicados conducen necesariamente a la vivencia y convicción de que los hijos les pertenecen. Y esta posesión, a su vez, se convierte en el premio y evidencia de tantos afanes.

mientras los varones administran el dinero de la abundancia, las mujeres administran el de la carencia

Es cierto que toda madre es mujer, pero no es cierto que toda mujer sea madre.

Una mujer con dinero podría hacer uso de esa libertad impunemente, de la misma manera que lo hace un hombre con dinero.

La idea de que una mujer llegue a ser capaz de pagar para obtener sexualidad resulta terrorífica.

En relación a los hombres se esboza la situación de quedar atrapados en la exigencia de «hacer dinero». Dinero que es asociado a potencia sexual convirtiéndose, de esta manera, casi en un indicador de masculinidad.

ideología patriarcal tiende a establecer un estricto control sobre la sexualidad femenina, entre otras cosas, a través de instituciones familiares que exigen, por ejemplo, fidelidad a la mujer pero no al varón.