La prestamista cachanga es una narrativa referida a una mujer, que lleva el apelativo de “cachanga” porque desde niña no podía pronunciar este término. La cachanga tiene dos hijas con un delincuente; su relación marital se caracterizaba porque él doblegada la personalidad de ella a punta de golpes, cuando llegaba borracho o le pedía dinero para pagar la renta o para los alimentos, que luego le pedía perdón y ella lo perdonaba, para después tener sexo como «reconciliación”.
Luego las abandona, para irse con una prostituta como caficho. Al no tener cómo dar qué comer a sus hijas, va a pedir ayuda a sus padres, hermanas y amigas, y nadie le tendió la mano de ayuda. Frente a esto tuvo que meterse de prostituta, como única salida para mantener a su familia. Como toda prostituta, se asquea de la situación, pero no puede cambiar de actividad por falta de aptitudes. Ya sus hijas adolescentes, se decide a subastar la virginidad de ellas, entre el círculo de amigos que iban a visitarla por sexo. El ganador le entrega dinero adelantado, y se queda con sus hijas en su departamento para desvirginarlas, luego las dopa y viola por atrás; también busca el dinero que le entregó a la cachanga y se retira del departamento. Este hecho endureció a la cachanga. Se dio cuenta, que mediante la prostitución no conseguiría un capital que las saque de la situación en que se encontraban. Busca trabajo como lavandera en la casa de unos ancianos, quiénes se encariñan con ella y sus hijas, pasado unos años de tranquilidad, llega a robarles unas joyas que los ancianos tenían guardado. Los ancianos mueren de la impresión por el robo, su hijo contrata detectives para que las persigan. Mientras que ellas huyen, se hacen cirugía en cara y cuerpo, tienen guardaespaldas, se van a ciudades en estados alejados de dónde robaron.
