El cuerpo de su bisabuelo era demasiado distinto del suyo. Además, no solo consumía alimentos duros, sino que también los consumía en cantidades increíbles. Comía tanto que tenía energía de sobra. Por eso, aunque no tuviera nada que hacer, salía a dar una vuelta cuando se levantaba por la mañana, para gastar la energía que le sobraba. En cambio, a los niños no les sobraba ni una gota.