Tu marido tarda un minuto, promedio, en contestar tus preguntas. A veces más. Su respuesta, en general, es otra pregunta: «¿Qué dices?». Y se saca el mechón dorado de su frente ancha. Creerías que eso le da tiempo para formular una frase completa que esté a la altura de tu expectativa, pero no, porque la respuesta —la segunda respuesta— es invariable:
«No sé».