Todas los abuelos son sinónimo de veranos fabulosos. Y, para algunos nietos, la muerte no significa el final de esas historias. Aún en la distancia, el amor los une.
En un verano de 1980, Sebas vuelve a la tumba de sus abuelos. Ahí recuerda las aventuras que vivió cada verano al lado de ellos en “San Pancho”, un pueblo en el bajío mexicano.
Ahí un niño inquieto, travieso, mal hablado, llega cada verano durante su infancia a la casa de sus viejos, donde las aventuras en el río, los desayunos en el campo o las noches de fogata estaban a la orden del día. La abuela Pachita, amorosa y sobreprotectora, y Paco, el abuelo rígido y serio, son junto con Sebas los protagonistas de estas memorias de verano.
Un libro para no olvidar a los abuelos que ya se fueron, para valorarlos si aún los tenemos y recordar juntos nuestras historias a su lado con una sonrisa. Pero sobre todo pensar en este texto como un homenaje a nuestros mayores, porque recorriendo con nuestros dedos los surcos de su cara, llegamos siempre a un lugar seguro.
