La felicidad no es un lugar

Somos todos frágiles
excepto cuando llega la hora
de juzgar al otro.

Pienso en todas las veces
en que distintos objetos
se me resbalaron de las manos
y, a pesar de querer unir los pedazos,
el resultado fue lamentable.

Puede ser que existan algunas cosas
que una vez arregladas
queden peor que rotas

Objetos perdidos (I)

Ahora que llueve
el paraguas que dejaste acá
es todavía más irónico.

De la última vez que nos vimos,
apenas queda ese objeto
que descansa en un rincón
para consolarme:
ser olvidado no es algo
que me pasa solo a mí.

Llorar en el trabajo

Un gesto de amor intenso
no siempre es tan visible,
pero yo pude reconocerlo al instante
el día que te mandé un mensaje
preguntándote qué se hacía
cuando se quiere llorar en el trabajo
y vos me respondiste
que me ibas a regalar un tapaojeras
para que la próxima,
en vez de evitarlo,
pueda disimularlo.

Irse

El ruido del spray del desodorante
que viene desde la pieza
anuncia que estás empezando a irte.

Los vasos sucios en la pileta,
llenos de rouge,
nos recuerdan que hoy es lunes
y cuando cierres esa puerta
esta casa va a quedar tan vacía
como una calle del centro
durante un feriado
o un cuerpo que dejó de amar

Nuestra relación tuvo la fuerza
de esas canciones que se cantan
sin conocer la letra exacta.

Del primer capitalismo
nos quedó una de sus lecciones
más básicas y eternas:
la maquinaria siempre
gasta más energía al reanudarse
que cuando nunca se apaga;
y a ese ritmo decidimos vivir.

Evitar mirar por la ventana cómo te vas
para que puedas ser quien sos cuando
yo ya no estoy cerca.

“Estoy tan poco en mí,
que lo que hacen de mí,
casi no me interesa”.
Antonio Porchia

todas las personas que vuelven al mundo menos hostil.