Si el mundo perfecto existiera, Ava y Sebastian estarían enamorados. Pero en este mundo los dos están muy bien vigilados por sus demonios. No llevan un equipaje ligero: Ava tiene el suyo cuidadosamente doblado en bolsas de vacío para ocupar el mínimo espacio posible, mientras que Sebastian lleva el suyo como una armadura de plomo que a veces le hace encorvarse bajo su peso. Aunque se gustan, ¿cómo van a llevarse sus respectivos demonios?
Ava se pasó media vida teniendo una gemela. Desde que su hermana murió, ha tratado de vivir por las dos, y rara vez se permite sentir el dolor que todavía sigue demasiado presente. Aunque Sebastian tiene unos años más, pospuso su residencia médica a causa de su propia tragedia. Ahora dedica su vida a vivir el presente, sin preguntarse jamás si podría haber algo más para él ahí fuera. Hasta que Ava llega y le muestra que, contra toda lógica, el dolor puede completarlos otra vez.