Libros
Alberto Santamaría

Un lugar sin límites

En 1976, mientras Milton Friedman recoge el Premio Nobel de Economía por sus logros en los campos del análisis del consumo y la teoría monetaria, el punk expande su mensaje de disonancia empujando los límites de lo decible hacia espacios hasta entonces poco conocidos. En ese mismo momento bandas como Iron Maiden comienzan a generar imaginarios extraños que canalizan algunas tendencias sociales; las pistas de baile exploran nuevas formas de relación cultural, y el espíritu nihilista de Iggy Pop flota en el ambiente.
La década de 1970 es la década del extrañamiento, en la que el sueño económico de la posguerra se deshace provocando la aparición en el horizonte de una “nueva” forma de revisar la construcción de la vida cotidiana: el neoliberalismo.
En paralelo a este proceso, y en dirección opuesta, existe una búsqueda de respuestas a nivel cultural. Respuestas que no pretenden salvar nada, sino ahondar en la miseria de ese mismo tiempo. Ahí aparecen el punk y otros movimientos que pronto son devorados por el mercado. Pero ¿desde dónde se nos ha contado esta historia de derrotas? ¿Hemos aceptado que la historia de nuestras derrotas culturales sea narrada por la maquinaria neoliberal? Quizá debamos plantarnos y pensar otras formas de narrar una década, la de los setenta, en cuya estela seguimos.
Este libro es un intento radical y novedoso de explorar este periodo donde cultura y política se cruzan a través de la música.
381 páginas impresas
Propietario de los derechos de autor
Bookwire
Publicación original
2022
Año de publicación
2022
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Citas

  • Valentinacompartió una citael año pasado
    El arte es una producción humana dentro de una sociedad organizada, la cuestión está ahora en cómo se relaciona esa producción con lo institucional, con el mercado, con las expectativas individuales, con nuestro presente, pero también con nuestro pasado.
  • Valentinacompartió una citael año pasado
    os años setenta trajeron una forma de entender la práctica cultural como medio disruptivo frente a la cultura dominante. El proyecto salió mal o regular, de acuerdo, pero esas prácticas culturales dejaron un rastro, una huella, un proyecto.
  • Valentinacompartió una citael año pasado
    Esa tensión entre lo visible (el sonido, la imagen, la obra) y la textura de lo que se esconde o no aparece, de modo palpable, a primera vista (el elemento histórico, social) tiene tras de sí, ciertamente, una extensa historia teórica que no vamos ahora a recordar. No obstante, que no aparezca no quiere decir que no esté presente. Toda práctica cultural está enraizada en ciertos conflictos y desde ellos, en ocasiones, va creciendo y tomando cuerpo.

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