–¿Te acuerdas de mí? –le preguntó. No sabía cómo dirigirse a una niña tan pequeña–. Soy Nik, un amigo de tu mamá.
La pequeña no desapareció de nuevo. Fue entrando poco a poco en la cocina, muy tímida. Iba vestida con una larga falda verde y una especie de camiseta amarilla con un caballo pintado en el pecho. Aparentemente, tenía el mismo gusto de su madre.
–No eres un gigante de verdad, ¿a que no? Porque puedes entrar en una casa.
–No, no soy un gigante –respondió él tratando de no sonreír.
–Mami dijo que eras un gigante enfadado y un dios nórdico.
¿Un qué?