El fin último de Dios en nuestra creación, redención y santificación, es su eterna gloria. Fuimos creados, redimidos y santificados para glorificar a Dios en esta vida y en la eternidad. Dios dispuso de tal modo las cosas que las creaturas (ángeles y hombres) encontraron su felicidad en glorificarlo. La preparación más eficaz para ganar el Cielo está en vivir este consejo de san Pablo: “… Cualquier cosa que hagan, háganla por la gloria de Dios” (Col 3, 23). Esta debe ser la primera y constante preocupación del alma que busca su santificación. Es una anticipación a la vida celestial.