El imperio de las armas

La feliz dependencia del gobierno británico de sus contratistas, más de que las fábricas gubernamentales como las que empleaba el gobierno francés, no era una señal de atraso o de antimilitarismo; el sistema de contratación, gracias a su imbricación con la Revolución industrial era, sencillamente, mucho más eficaz.

La política de la Ordnance Office y del Gabinete después de 1803 era la de estar «siempre preparados con almacenes como si hubiera guerra; que ningún acontecimiento, por inesperado que fuera, requiriera de una petición de ayuda que no se garantizara de inmediato y que se convirtiera en una oportunidad de beneficiarse para aquellos cuyo deber era estar vigilantes»[223].

La capacidad de fabricar a escala masiva se hizo crucial a medida que Napoleón revolucionaba la escala de la guerra y convertía en irrelevante cualquier experiencia previa de obtención de armas. Naciones enteras se enfrentaban unas con otras y se perdían arsenales enteros en cuanto una nación cambiaba de bando[219].

La Ordnance Office ahora estaba decidida a cumplir su visión de una fábrica estatal para controlar los precios y el suministro. En 1805 creó una plantilla compuesta por fabricantes de culatas, montadores y fabricantes de piezas en la Torre y empezó a producir cañones y llaves en la Armoury Mills en Lewisham[229].

En el extranjero surgían otros proyectos similares de fábricas de armas gubernamentales por motivos diferentes. El gobierno revolucionario francés promovió la Manufactura de París, que empleó a más de 5.000 personas en su momento álgido en 30 talleres gestionados por el gobierno, el mayor proyecto «acelerado» industrial en Europa, con un objetivo de producción de 1.000 mosquetes al día, seis veces la producción conjunta de las tres armerías del antiguo régimen.

Era un plan del gobierno para la organización fabril, con el objetivo de aumentar y garantizar la productividad repartiendo el negocio para controlar los precios; no se trataba de introducir la producción mecanizada. El plan surgió enseguida después de que «un súbdito leal» informara al primer ministro William Pitt de que en Birmingham se estaban acumulando armas para la causa republicana en Londres[208].

En un contexto de alianzas cambiantes, Gran Bretaña y otras potencias dinásticas europeas lucharon para impedir la propagación de la Revolución francesa. La leva en masa en Francia, que ponía a todo francés a disposición del ejército, convirtió esta guerra en un enfrentamiento a una escala sin precedentes.

Cuando empezó la guerra, en febrero de 1793, los fabricantes de armas perdieron a sus clientes franceses y agradecieron la demanda de la Ordnance Office. Un armero de Birmingham visitó la Office y describió «el declive del negocio de las armas que había obligado a muchas familias obreras a dirigirse a la parroquia para subsistir y a varios cientos de ellas a abandonar la ciudad»[190].

También exoneraba a los armeros porque «estaban más ocupados en seducir a los obreros de los demás que en evaluar el fin que se destinaba a las armas que estaban haciendo». Igualmente, Hurd subrayaba que «el fabricante puede que no sepa a dónde se destinan las armas»[188], puesto que los agentes aparecen con encargos cada semana diciendo que vienen de Francia pero igual están buscando las armas para otro destino.

Los agentes franceses le habían encargado 300 a Galton, 2.000 por semana a Whateley y 1.000 a la semana a John Parr en Liverpool, y más[178]. Trabajaban con Londres para el acabado y un banquero o comerciante londinense aseguraba toda la operación.