Nuestro hogar necesita lo mejor de nuestras vidas. Abandonar las tareas del hogar es decir «no me amo a mí misma ni amo a los que me rodean». Porque el amor es el motor que prende nuestro servicio a Dios, a nosotras mismas y a los demás. Cuando amamos, el servir nos dignifica; no nos humilla, sino que nos enaltece. Le decimos a todos con nuestro servicio: «Los amo con todo mi corazón, son importantes para mí».