TOMY

H. P. Lovecraft – La poesía y los dioses

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    mortales. Ante la entrada de la cueva coricia, cubierta de laureles,
    había sentados en fila seis nobles figuras de aspecto mortal, pero con semblan-
    te de dioses. La soñadora les reconoció por las imágenes que había visto de
    ellas, y supo que no eran otros que el divino Maeónidas, el infernal Dante, el in-
    mortal Shakespeare, el Milton explorador del caos, el cósmico Goethe, y Keats,
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    Soplaron de la torre de Aiolas suaves brisas que les elevaron por encima
    de mares cálidos y fragantes, hasta que de pronto llegaron adonde Zeus presi-
    día un consejo sobre el Parnaso bicéfalo, su trono de oro, flanqueado por Apolo
    y las Musas a su derecha, y Dionisos coronado con hojas de parra y las bacan-
    tes ruborizadas de placer a su izquierda. Jamás había visto Marcia tanto es-
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    belleza y en el gozo. Esta noche conocerás el favor de los dioses, y
    contemplarás en el Parnaso aquellos sueños que los dioses envían a la tierra,
    a lo largo de los siglos, para hacer saber que no han muerto. Pues los poetas
    son los sueños de los dioses; y en todas las épocas ha habido alguien que can-
    tara sin saberlo el mensaje y la promesa de los jardines
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    hombres ni gigantes podrán desafiar eter-
    namente a los dioses. Los titanes se retuercen en el Tártaro, y bajo las llamas
    del Etna rugen los hijos de Urano y de Gea. Ya está cerca el día en que el
    hombre ha de responder por haberlos negado durante siglos; pero durmiendo,
    los dioses se han vuelto amables y no quieren
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    dorado crepúsculo. Se acerca el momento de su despertar, momento en
    que perecerán el frío y la fealdad, y en que se sentará Zeus de nuevo en el
    Olimpo. Ya el mar de Pafos tiembla y alza una espuma que sólo los cielos han
    visto anteriormente; y por la noche, en Helicón, los pastores oyen extraños
    murmullos y notas
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    vinado lo que ningún mortal, salvo unos pocos rechazados por el mundo, re-
    cuerda: que los dioses no han muerto jamás, sino que duermen tan sólo y sue
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    —¡Oh, ninfa, más bella que las hermanas de dorados cabellos de Ciene y que
    las atlántidas celestes, amada por Afrodita y bendecida por Pallas, tú has des-
  • bucioernestorcompartió una citahace 6 años
    surgió resplandeciente y divina la figura de un joven con el yel-
    mo alado y las sandalias aladas, portando el caduceo, y dotado de una belleza
    sin parangón en la tierra. Movió tres veces, ante el rostro de la soñadora, el
    cetro que Apolo le diera a cambio de la concha de nueve cuerdas de la melo-
    día, y colocó sobre
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    los ojos, repitió palabras cuyas melodías estaban ocultas como
    cristales en el lecho de un arroyo antes del amanecer, pero que centellean res-
    plandecientes al nacimiento del día.
    ¡Luna sobre el Japón,
    Luna blanca
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    de perfumes,
    De lánguidos, cálidos sones...
    Una flauta eleva su música de insecto a la noche
    Bajo el curvo pétalo-luna de los cielos.
    Luna sobre la China, Luna cansada sobre el río del firmamento, Agitación lumi-
    nosa entre los sauces, como un centelleo de pececillos
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