mortales. Ante la entrada de la cueva coricia, cubierta de laureles,
había sentados en fila seis nobles figuras de aspecto mortal, pero con semblan-
te de dioses. La soñadora les reconoció por las imágenes que había visto de
ellas, y supo que no eran otros que el divino Maeónidas, el infernal Dante, el in-
mortal Shakespeare, el Milton explorador del caos, el cósmico Goethe, y Keats,