Marla Bates siempre ha querido tener una exclusiva, y ahora podría estar a punto de conseguirlo. Lo que había empezado como un encargo sin más se podría convertir en un bombazo informativo cuando descubre que está relacionado con la herencia desaparecida del highlander McKinnon. Lo único que tendrá que hacer Marla es fingir ser la feliz esposa de su compañero Ben, con quien no tiene muy buena relación. Y convencerle a él de que eso es una buena idea. E intentar resolver un crimen que podría estar relacionado con el testamento perdido del Conde McKinnon.
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“Ella era la única periodista que quedaba en la oficina a final de agosto, él era el único fotógrafo de la redacción que aún no se había cogido vacaciones. Era una cuestión matemática, aritmética pura. Pero realmente su capacidad de deducción había estado completamente anulada, porque confiaba de forma ciega en LA regla. Marla Bates solo tenía una regla, y era no trabajar nunca con Ben Farland. Hasta la fecha lo había llevado bien, y la perfección de su plan había conseguido que (casi) olvidase que ella Ben y ella eran compañeros. Que Ben y ella trabajaban en la misma oficina, que Ben y ella habían compartido muchos reportajes y horas extras entre risas y tazas de café enfriadas. Pero un ronquido a su derecha a desestabilizó su postura de instructora de yoga experimentada y se lo recordó de la forma más sonora posible. Que Ben había arruinado su vida”.
