La gente a menudo asume que aplaza las cosas simplemente como resultado de la pereza o la falta de fuerza de voluntad, pero la verdadera respuesta es mucho más compleja que eso, y tiene que ver con los mecanismos cognitivos que usamos para autorregular nuestro comportamiento, en nuestros intentos de llevar a cabo la acción que está en nuestro mejor interés.