Cada cierto tiempo, cae en nuestras manos un libro que intuimos no va a ser uno más. Lo leemos, nos sorprende, lo cerramos y nos deja pensativos.
Sucede así, en este caso; porqué «Mamá…¡no me quieras tanto¡", no se deja encasillar como un relato más de vivencias. Desde el principio nos inquieta y presentimos que estamos ante algo diferente. Y lo es.
La autora nos alerta, que el tema de este libro de madres posesivas, es tan habitual como ignorado (quizás, voluntariamente ignorado), debido, tal vez, al miedo que tenemos a desmitificar esa figura sacramental que es la madre.
La presentación, como problema, del sentimiento de propiedad que algunas madres tienen hacía sus hijos, se desgrana en estas páginas, hasta sus últimas consecuencias, con la naturalidad y el desgarro con que unas víctimas pretenden explicar el drama de su existencia. Un drama que ya estaba preescrito, por unas madres que no supieron calibrar el daño que causaban a sus hijos.
