Esta es tan solo la historia de una de las muchas mujeres que fueron
maltratadas y que quizá por amor o por miedos no pudieron romper las cadenas donde estaba atrapadas.
Es una gran equivocación sentirse tan culpables como el agresor. En algún
momento hay que decir ¡basta! Y entonces observar y ver, delante de ti,
el camino claro hacia la libertad. Pero hay que hacerlo antes de que sea demasiado tarde para escapar.
He sufrido, pero si no lo hubiera hecho, no tendría profundidad como ser humano. Es necesario amar para sentir, pero el amor, algo tan bello, nunca
puede convertirse en un instrumento de tortura.