Hoy en día, todavía, sesenta años más tarde, me doy cuenta de que nunca he podido resignarme a su desaparición. En cierto modo, no la he aceptado. Día tras día mamá está conmigo, y sé que las cosas que logré en mi vida fueron gracias a ella. Fue ella quien me alentó y me dio la voluntad para actuar. Probablemente yo no tenga su misma indulgencia y, en muchos asuntos, ella me juzgaría con cierta severidad. Pensaba de mí que era poco conciliadora, que a veces no era amable con los demás, y no estaba equivocada. Por todo, sigue siendo mi modelo, porque supo tener convicciones muy fuertes aunque siempre haciendo gala de una moderación y una sabiduría de las que sé que todavía no soy siempre capaz.