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Robert Bevan

La destrucción de la memoria

Dresde, Guernica, Vukovar, Sarajevo. Tíbet, Mostar, las Torres Gemelas, Palmira. La destrucción de la memoria propone un aterrador viaje por una serie de guerras y con-flictos en los que la aniquilación de iconos arquitectónicos ha ejercido un papel fundamental. Desde la destrucción de las ciudades aztecas por parte de Hernán Cortés hasta los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial; desde el genocidio armenio hasta la guerra en la antigua Yugoslavia, el terrorismo del IRA o los ataques del yihadismo contra monumentos emblemáticos.

En este profundo ensayo, que combina erudición con testimonios de primera mano recogidos sobre el terreno, Robert Bevan expone la guerra cultural que se libra detrás de la demolición del patrimonio. Su objetivo es exterminar a un pueblo, erradicar la memoria de su cultura y, en última instancia, borrar el recuerdo su misma existencia. Es el llamado urbicidio.

Lo sabían los babilonios que destruyeron el Templo de Salomón en Jerusalén. Lo sabían los nazis que quemaron las sinagogas. O los guardias rojos de Mao que arrasaron miles de monasterios budistas del Tíbet: lejos de ser un daño colateral, la destrucción de bienes culturales y edificios simbólicos constituye un acto deliberado de guerra. Un ataque para destruir la memoria, para liquidar una cultura, para enterrar a un pueblo.

Reseñado en The New York Review of Books, The Guardian, The Times, Financial Times Magazine, Sunday Times, The Independent, The Scotsman o Icon.
497 páginas impresas
Publicación original
2020
Año de publicación
2020
Editorial
La Caja Books
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Citas

  • Talia Garzacompartió una citael mes pasado
    Incluso en ausencia de quienes lo levantaron, un edificio muerto, como una lengua muerta, puede ser tristemente elocuente: puede hablarnos de los padecimientos de los armenios, de los judíos o de los musulmanes bosnios cuyos huesos yacen en las fosas comunes de Foča mezclados con fragmentos de rejas de piedra tallada y madera trabajada en el torno. Lo que está en juego son los valores ilustrados de igualdad, justicia, razón, así como las aspiraciones a una historiografía que sea objetiva, por no mencionar la noción de un patrimonio mundial colectivo que nació del legado de la Revolución francesa.
  • Talia Garzacompartió una citael mes pasado
    mucho que la verdad que se esté expresando a través de esta nueva arquitectura sea desagradable, es probable que los críticos modernos la encuentren más aceptable que la reconstrucción acrítica de réplicas de los edificios históricos dañados o destruidos. La historia, con su aspiración a la verdad, está siendo sustituida demasiado a menudo por el patrimonio, según el historiador David Lowenthal, y el patrimonio es, en su opinión, «una declaración de fe en el pasado; ese orgullo, lleno de prejuicios, por el pasado no es una consecuencia indeseada del patrimonio, sino su objetivo esencial». El patrimonio, para Lowenthal, es historia distorsionada.4 Esta es una advertencia crucial respecto a los usos y abusos en la reconstrucción del
  • Talia Garzacompartió una citael mes pasado
    Estábamos ante un pueblo y una ciudad manifiestamente europeos y cultos que se hundían en la barbarie. Dos décadas de turismo de masas habían hecho de Dubrovnik una ciudad igualmente familiar para muchos.

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