Estos poemas están escritos por un poeta del siglo XXI que ha pasado por la experiencia enriquecedora de la lectura de los haikús de ayer. Un poeta que toma la posta de una poesía que quiere huir del artificio y también de la oscuridad, una poesía que no quiere deslumbrar sino iluminar, como una lámpara un día de niebla. Un poeta que responde al anhelo de mucho lector que ansía volver a «ver» con la poesía, y no quedar a ciegas, a oscuras. Porque la poesía -como dijera Eluard- es «dar a ver». Y estos poemas nos «dan a ver». Sebastián León nos devuelve una ciudad a la que pertenecemos (aquí nacimos, aquí hemos sufrido, amado, gozado) pero que hemos perdido por el envejecimiento de nuestra mirada. Con estos poemas, la mirada rejuvenece y a veces es una mirada inocente, limpia, como la que todavía los niños tienen de su propia ciudad. Son poemas que a mí, como lector, me hicieron regresar a calles, esquinas, cines que creía perdidos para siempre, en una ciudad nueva como la nuestra, pero olvidadiza de su propia historia y destructora de su fisionomía más íntima. León tiene el don de acariciar con ternura los detalles y anécdotas prosaicas de una ciudad vivida, gozada y sufrida. Yo guardé algunos de estos poemas en mis bolsillos, ellos me «dan a ver» mi propia ciudad, tantas veces desaparecida detrás del velo de la rutina, el estrés o la costumbre. Pienso que estos poemas me serán útiles en cualquier momento o esquina. Poesía con dosis equilibrada de ironía y ternura, poesía que empatiza con la ciudad, sus habitantes, y sus pequeñas grandes historias. Poesía que nos regala la ciudad en cómodo formato, como las antiguas radios portátiles, a pilas. Poesía AM. Poesía del día a día, la eternidad que nos toca…
Cristián Warnken