Salir a dar un paseo es, si no la más pragmática, una de las más simples y eficientes formas de encontrarse con la serenidad. A menudo las personas salen de casa buscando que el más pequeño de los detalles haga la casi imposible tarea de atraparlos y, a la vez, de liberarlos del universo que habita en su cabeza; pero, ¿qué pasaría si en lugar de una distracción se encontrara uno con los monumentos erigidos a la pesadumbre de los que huye? El pecado, la mentira, el abandono, la venganza, el desamor, el oprobio. “Un paseo por los pesares” es, justamente, una senda misteriosa sin un inicio ni final definidos. Según de donde se quiera iniciar, la vista ofrecerá parajes hostiles o apacibles, hospitalidad o mezquindad, un abrazo o un golpe certero.