El valor de una promesa

A los dieciocho años, le hice una promesa a mi mejor amigo. Si para cuando cumpliéramos treinta años ambos seguíamos solteros, nos casaríamos. Ahora Miles Warner está de vuelta y quiere cobrar la palabra empeñada hace tanto tiempo. El hecho de que Miles siga soltero me desconcierta. El joven que conocí se ha convertido en uno de los hombres más guapos que alguna vez haya visto. Y se niega a aceptar un no por respuesta. Él necesita una novia y yo soy su as bajo la manga. ¿Quién ha dicho que el romance ha muerto? Gracias, pero yo paso. No soy el plato de segunda mesa de nadie. Al menos eso es lo que me repito una y otra vez. Pero eso se convierte en una misión imposible porque me lo topo en cada esquina y Miles está decidido a poner patas para arriba la vida que he llevado en el pueblito en el que ambos crecimos. Y, a mi pesar, mi terco corazón se empeña en enamorarse de él. De nuevo. ¿Qué lección que he aprendido? No hagas una promesa si no estás dispuesto a cumplirla.