Era más que admiración lo que buscabas, en tu anodino corazón lo que deseabas era afecto, apenas que te quisieran. Pero quién iba a quererte, Magdalena. Ni tú te querías a veces. Se decía que odiabas a las mujeres, pero no era cierto, sólo despreciabas la belleza. Ése era un truco de la niñez, con el que tendías un manto de desdén sobre aquello en lo que no eras buena