¿Cómo puedo yo, un poeta, es decir, un ser de la esencia de las cosas, dejarme seducir por la forma? Me dejo seducir por la esencia, la forma vendrá por sí sola. Y viene. Y no dudo de que vendrá. Yo escucho sílaba por sílaba la forma que la esencia dada exige. Preparo la forma, y después la relleno... ¡Pero la poesía no es un molde de yeso! No, me dejo seducir por la esencia, después la encarno. Eso es el poeta. Y la encarnaré (aquí aparece el problema de la forma) del modo más esencial posible. La esencia es la forma – ¡un niño no puede nacer distinto! La gradual manifestación de sus rasgos – ese es el crecimiento del hombre y el crecimiento de la obra de arte. Por eso, interpretarla «formalistamente», es decir, relatarme a mí (y con mucha frecuencia de modo absolutamente erróneo) mis borradores, es un absurdo. Si existe la versión definitiva, el borrador (la forma) ya ha sido superado.