Libros
Roald Dahl

Mi tio Oswald

Este libro recoge una época particularmente desenfrenada de la vida del legendario tío Oswald, millonario, esteta, bon vivant y un donjuán infatigable, cuya vida amatoria deja en pañales a la del mismo Casanova. El tío Oswald es «el mayor fornicador de todos los tiempos», afirma su sobrino y transcriptor de sus Diarios. Muy joven empieza a amasar su fabulosa fortuna: con polvo de escarabajo sudanés inventa unas píldoras de extraordinarias virtudes afrodisíacas, funda un «banco de esperma» y, en compañía de la excitante Yasmin, parte en busca de celebridades, cuyo semen congelado será adquirido a precio de oro por acaudaladas clientas, ansiosas de tener retoños con pedigree. En este peculiar safari, las aventuras picarescas, a veces escabrosas, otras delirantes, se suceden a un ritmo trepidante. Yasmin, armada con las infalibles píldoras, seduce a Stravinski, Renoir, Picasso, Nijinski, Joyce, Freud, Einstein, Conan Doyle, Proust y una apreciable colección de testas coronadas.
259 páginas impresas
Publicación original
2006
Año de publicación
2006
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Opiniones

  • Ana Palindrómicacompartió su opiniónhace 5 años

    Es una novela divertida. En especial cuando habla de un famoso compositor de óperas es excelente

  • Cristian David Hernandez Chavescompartió su opiniónhace 2 años
    👍Me gustó
    🌴Perfecto para la playa
    😄Divertido

  • Dianela Villicaña Denacompartió su opiniónhace 4 años
    👍Me gustó

Citas

  • Jimena Maraldacompartió una citahace 3 años
    No ayudarían a ningún enemigo.
  • Jośe Carrasco Amadorcompartió una citahace 3 años
    La riqueza abundante, si no es heredada, se adquiere generalmente por uno de estos cuatro métodos: mediante embustes, talento, inspiración en el juicio o suerte.
  • Dianela Villicaña Denacompartió una citahace 4 años
    Qué gran chica era Yasmin. Tengo que admitirlo. Aunque soy incapaz de imaginar qué pudo ver en el viejo Woresley, con sus aires de cátedro y sus bigotes manchados de nicotina. Dicen que no es fácil encontrar un hombre bueno. Quizás Woresley fuera uno de ellos. Pero, ¿quién diablos quiere hombres buenos? Y, si vamos a eso, ¿quién diablos quiere mujeres buenas?
    Yo no

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