Horace McCoy figura entre los mayores exponentes de la novela negra americana. Sin embargo, para alcanzar el reconocimiento universal que su obra merecía tuvo que esperar a que fuera llevada a la pantalla una de sus novelas más bellas y estremecedoras: They shoot horses, don´t they? (Danzad, danzad malditos para el cine). Nadie ha dudado, a partir de entonces, en situarlo a la altura de Hammett y Raymond Chandler. Y es que, como ellos, McCoy supera las convenciones y los límites académicos de la literatura policíaca para convertirse en cronista de la violencia, en testigo de la muerte, en impotente y aterrado observador de la fragilidad de la condición humana. El destino del hombre es una cadena; su libertad, un sueño; siempre hay alguien que se ocupa de que así sea.