Los relatos de este libro son muy complejos a nivel de la historia, en general la ciencia ficción suele mostrar esas complejidades propias de mundos creados de la nada y, sin embargo, en este libro se aderezan con dilemas morales y éticos ante los que es imposible no proyectarse.
Los finales son un poco flojos, raro en relatos cortos, es el único pero que le pondría.
El cuento que cierra es mi favorito, pocas veces he disfrutado tanto un arco de personaje como en este relato.
Son cuentos muy ingeniosos y bien trabajados. En particular, el que más me gustó fue El comerciante y la puerta del alquimista. La idea de viajar entre el presente, futuro y el pasado para profundizar en la vida misma me voló la cabeza.
Todo superó mis expectativas, aunque tampoco sabía qué esperar. De repente me encontré con una ciencia ficción filosófica, atípica, compleja. Planteamientos existenciales laberínticos y simples al mismo tiempo, como la vida misma, pues. Ted te hace llevar más allá tu capacidad de imaginar.
De repente me sentí niño otra vez, imaginándome mundos, imaginándome inmerso en ellos. ¿Qué haría yo? ¿Sería bueno, malo?. Esa sensación es indescriptible, desde ahora también admiro a Ted.