Además, la maestra me animaba a explicar cosas de Somalia, la tierra de mis orígenes. Contaba cómo se vivía allí, cuáles eran nuestros ritos, nuestros colores más chillones. Mis compañeros me escuchaban embobados, como si estuviera sacando conejos de la chistera. Y así, poco a poco, empecé a tener amigos y a rodearme de una cierta aura