Fudi tiene 6 años, adora pasear por las calles de su barrio pero, sobre todo, disfrutar en su plaza de Pio XII y observar con sus expresivos ojos debajo de su recto flequillo cómo algunos curiosos personajes pasean por ella dejando su huella.
Va al cine con Manolito, juega con sus amigos a piola, al trompo, colecciona cromos con Manuel, sube a una tapia, va de excursión a la vía del tren y presencia el encuentro entre “El Pecas” y “La Banda del Verruga”.
Se asoma al espejo de una Sevilla de los años 70 con una idiosincrasia propia de sombras y luces y olor a azahar. Escucha el sonido de la piedra de un afilador, el bullicio de personas en unos veladores comiendo pescaíto frito y tomando un refresco para paliar el calor en una noche de verano. Llama su atención la charla entre unos hippies, un legionario y un soldado americano en la barra del bar más famosa a este lado de la Plaza.
Mezcla los temores a lo desconocido con las aventuras y, mientras, goza poco a poco y comprende que no hay tiempo mejor que la infancia.
