LYRATA

Sí, era así como se sintió, traicionada y mal amada; utilizada. Y estúpida, muy estúpida por haber confiado, por haber creído en un hombre hermoso que le prometía demasiado y le cumplía muy poco.

¡nunca la has amado como tanto presumiste! Eres un farsante, y un imbécil.

¿Dejarlo ir? No, jamás. Nunca. Y maldito fuera mil veces por ello, por hacerme sentir tan infeliz, tan roto e incompleto. Maldito fuera.

¡Nos haces amarte, como si de eso dependieran nuestras vidas, a pesar de saber que acabarías destruyéndonos!

Era esa clase de amor que atraviesa la carne y los huesos, que lastima y hiere de muerte; el amor de los obsesionados, el amor de los amantes malditos y sentenciados por la culpa.

De haber podido ver el rostro de Jaspe, ahí mismo me habría derrumbado, hecho polvo. La miraba con la misma pasión y entereza que yo, con un amor ávido que le daba luz a su mirada.

Aquello no fue una pregunta, fue una súplica, la súplica de un ángel que no ruega, que es orgulloso y letal. Me sentí tan feliz que fue como si no me acabara de decir que estaba huérfano

Para mí, herirlo de algún modo, incomodarlo, hacerle pasar un mal rato, era como una pesadilla, era algo que me hería en lo más profundo, algo que podía lograr hacer que me odiara a mi mismo.

Cuando Carnelian alzó la mirada del muñeco a Jaspe, se quedó sin aliento, con el corazón en suspenso. Él sonreía, y parecía un ángel. Nunca había visto uno, por supuesto, sólo en los libros o en pequeñas ilustraciones, y Jaspe era más hermoso que todos ellos.

Y no, no lo era, pero Lirio no tenía ni idea, no era capaz de saber, que nada en su vida sería justo, jamás.