—Ya sabes quién soy. Te he dicho incluso mi auténtico nombre. En cuanto a qué soy, también eso lo sabes. Buscas un falso consuelo al exigirme que me defina ante ti con palabras. Las palabras ni contienen ni definen a una persona. El corazón sí, si está dispuesto. Pero me temo que el tuyo no lo está. Conoces más detalles sobre mi persona que cualquier persona con vida, pero te obstinas en no reconocer que todos ellos puedan ser ciertos. ¿De qué te gustaría que me desprendiera para dejarlo atrás? ¿Y por qué debería mutilarme para complacerte? Yo jamás te pediría algo así. Y esas palabras entrañan otra verdad. Ya sabes lo que siento por ti. Hace años que lo sabes. No finjamos lo contrario ahora, tú y yo, a solas. Sabes que te quiero. Siempre te he querido. Siempre te querré. —