Libros
Maryse Condé

La vida sin maquillaje

Después de rememorar su infancia en «Corazón que ríe, corazón que llora», Maryse Condé retoma el relato de su vida y nos invita a acompañarla en la apasionante travesía que marcó su juventud: un periplo que comienza en París, con un embarazo accidental y el abandono del hombre al que ama, y que la lleva a vagar por distintos países de África en busca de esa identidad que ya empezaba a entrever con el descubrimiento de la negritud.
Costa de Marfil, Guinea, Ghana y Senegal conforman el poliédrico escenario de la transformación vital de Maryse, que se pasea por los círculos revolucionarios del socialismo africano y se entrega a la fiebre de la creatividad literaria al tiempo que se enfrenta a diversos desengaños amorosos, a los obstáculos de la maternidad no deseada y a los estragos emocionales de la orfandad. Narrar su historia tal y como es, sin maquillaje ni paliativos: ese es el eje que vertebra la obra, revelándonos un espíritu que, a pesar de sus terribles sufrimientos, conservó intacta su pasión por la vida.

Honesta e irónica, delicada y brutal, Maryse Condé vuelve a ensanchar los límites de la autobiografía para construir un bello relato universal: el de una mujer desposeída que, sin dejarse arrastrar por los embates del destino, busca incansablemente la plenitud y la felicidad.
274 páginas impresas
Propietario de los derechos de autor
Bookwire
Publicación original
2020
Año de publicación
2020
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Opiniones

  • Sol Mejiacompartió su opiniónel año pasado
    👍Me gustó
    🔮Profundo
    💡He aprendido mucho
    🎯Justo en el blanco

    Siempre es difícil adentrarse a la vida de las personas, sobre todo cuando sus circunstancias han sudo tan desfavorecidas. Martes nos cuenta en estás líneas sus desventuras al tratar de encontrar su lugar como afrodescendiente en un país al que no se siente bienvenida y con el que comparte poco debido a su nacimiento en Francia.

    El camino que recorre Maryse está plagado de desdichas, dolor, insertidubre, pérdidas, engaños, traiciones, abandonos, culpa e injusticias. Pocas veces se le tendió una mano amiga, aunque hubieron los casos en que fue salvada por la generosidad de las personas que se convirtieron en amigos.

    No he tenido el gusto de leer el trabajo de la autora, pero me siento inclinada a hacerlo ahora que tengo el concepto de muchas. Me estemece pensar en las palabras que esa mujer pudo plasmar en novelas sabiendo dónde basó algunas de las situaciones que adornan sus historias.

    Este fue un gran descubrimiento de una realidad totalmente distinta a la mía. Valió muchísimo la pena.

  • Noé ✨🐞compartió su opiniónhace 3 años
    👍Me gustó
    💡He aprendido mucho
    🎯Justo en el blanco

    Ayñ, después de leer Corazón que ríe, corazón que llora, me dejó la espinita de conocer más de ella y no puede seeeer, ¡te amo, Maryse Condé!

    Tantas cosas transitan en su vida que en cada momento las emociones cambian en todo lo que enmarca en su autobiografía. Es un sube y baja de la existencia. Me hizo sentir mucho.

    La relación con su hijos es otra de las partes más conflictivas y reflexivas que hay en el libro. Ayñ, sumamente chido y fuerte.

  • Claudia Htcompartió su opiniónhace 2 años
    👍Me gustó
    🔮Profundo
    💡He aprendido mucho
    🎯Justo en el blanco
    🚀Adictivo
    💧Prepárate para llorar

Citas

  • Estefania Poncecompartió una citael año pasado
    la de un amor iluminado por la militancia.
  • Sol Mejiacompartió una citael año pasado
    Es que estaba condenada a revivir una y otra vez la misma escena? Al ver la virulencia de mi reacción, él me aseguró que nada cambiaría entre nosotros:

    —Solo me caso con Rachida para contentar a Mansour, a la familia. No siento nada por ella. Simplemente nos dedicaremos a tener hijos. Muchos niños, sobre todo.

    El cinismo de semejante declaración se me antojó un insulto supremo, tanto a mí como a la mujer con la que estaba a punto de casarse. Así pues, en aquel mismo instante, a las once de la noche, puse a Mohammed de patitas en la calle
  • Sol Mejiacompartió una citael año pasado
    En resumen, podría decirse que nos instalamos, un poco a trompicones, en una suerte de felicidad imperfecta, carente de pretensiones

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