Cuando Borja era niño le hizo prometer a su abuela Lola que no se moriría hasta que él tuviera treinta años.
Ahora con treinta y cuatro se encuentran ambos en los últimos días de su relación. Sin soltarle la mano, revivirá junto a ella treinta años de secretos, de aventuras, de confesiones, de magia… ¿Serán suficientes setenta y dos horas?
Un relato que nos hará soñar con los ojos de un niño y vivir con el realismo de un adulto.
Tan solo una última petición: que no se vaya antes de escuchar «una gran confesión».