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Simone de Beavouir

Los mandarines

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Tras la guerra y el naufragio general que ésta ha significado, la psicoanalista parisina Anne Dubreuilh, ya cercana a los cuarenta años, trata de recomponer su vida. Su marido es un célebre escritor mucho mayor que ella y Henri Perron, su amigo más cercano, vive su plenitud creadora y su obra está a punto de ser aclamada unánimemente por el público. Todos ellos han participado en la resistencia durante la ocupación.

En realidad, la novela comienza con una fiesta en el apartamento de Paule, mujer de Henri, en diciembre del 44, cuando la guerra todavía no ha finalizado. Pronto caemos en la cuenta de que lo que ha comenzado como una celebración no es sino el umbral de un tiempo de nuevos desgarros y crisis. Ahora que la libertad es palpable, casi real, tras un prolongado período de ascetismo parecería natural que el temor y la desdicha diesen paso a la ilusión y a los sueños y que los proyectos largamente aplazados renaciesen con fuerza. Pero nada va a ser tan fácil y, solapadamente, una profunda tristeza se va a instalar en la vida de cada uno de los protagonistas, símbolo del conjunto de la sociedad francesa.

Premio Goncourt en 1954, Los mandarines es indiscutiblemente la novela documental más importante sobre los años de posguerra en Francia y considerada como lectura impresicindible en el movimiento feminista como todas las obras de Simone de Beauvoir.
Este libro no está disponible por el momento.
904 páginas impresas
Publicación original
2020
Año de publicación
2020
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Citas

  • Jośe Carrasco Amadorcompartió una citael año pasado
    No, hoy no conoceré mi muerte; ni hoy ni ningún otro día. Estaré muerta para los otros sin haberme visto morir jamás.
  • Mercedes Centurióncompartió una citahace 3 años
    –¡Por fin! –Paule lo estrechó contra sí como si le hubiera recobrado después de largos peligros; por encima del hombro de ella, él miró el árbol de Navidad reflejado al infinito por los grandes espejos; la mesa estaba cubierta de platos, de vasos, de botellas; ramas de muérdago y de acebo yacían amontonadas al pie de un taburete; se desprendió de ella y echó el abrigo sobre el sofá.
  • Montcerrat Alvcompartió una citahace 5 años
    impresiona.
    Enrique se echó a reír: nunca Dubreuilh

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