Se usan habitualmente los conceptos «individuo» y «sociedad», como si se tratara de dos sustancias pasivas distintas. Al emplear así estas palabras, se suscita fácilmente la impresión de que aquello que denotan, no sólo son objetos distintos, sino que existen absolutamente separados; en realidad, son procesos que, sin duda alguna, pueden distinguirse, pero no separarse.