Jim Cymbala

Redescubrimiento del Espíritu

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Ser cristiano puede ser más difícil de lo que debería ser. Desanimados, ansiosos, agotados, nos preguntamos qué pasó con el poder y el gozo prometidos por Jesús. «Podrás orar, oír predicaciones excelentes, hacer un fuerte énfasis en la Biblia, tener un magnífico grupo de alabanza y una congregación trabajadora», escribe Cymbala, «pero si no tienes un contacto vital con el Espíritu de Dios, te estás perdiendo la vida que Dios tiene para ti.» El Espíritu Santo es el agente de Dios en la tierra. Sin embargo, es el menos comprendido, del que menos se predica, y del que menos se habla entre los miembros de la Trinidad. Esto es triste, porque sin Él nuestra vida espiritual será seca, mecánica y llenas de luchas. Con relatos sobre la forma en que Dios está obrando hoy, y enseñanzas bíblicas acerca del Espíritu Santo, Jim Cymbala te invita a experimentar a Dios de una manera vital y fresca. Si quieres poder, confianza, gozo, paz y amor en tu vida, necesitas comprender mejor cómo y por qué se mueve el Espíritu, para unirnos a Él.
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273 páginas impresas
Publicación original
2012
Año de publicación
2012
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Opiniones

  • Daniel Guevaracompartió su opiniónhace 7 años
    👍Me gustó
    💡He aprendido mucho

    Un libro que te acerca cada vez más a conocer a una persona asombrosa

Citas

  • Mily Sietecompartió una citahace 3 años
    Todos los martes por la noche el Tabernáculo de Brooklyn celebra una reunión de oración. Esa próxima noche, sentando yo en primera fila mientras cantaba y oraba con mi familia de la iglesia, todavía no podía sacar de mi mente a aquellos creyentes pakistaníes. Algo perturbaba mi espíritu. Sentía que tenía que hacer algo más, solo que no sabía qué hacer.

    En algún momento de la reunión me levanté.

    —Hay algo que pesa en mi corazón —le dije a la iglesia—. No puedo dejar de pensar en eso y quiero contárselo a ustedes. Luego vamos a orar. No sé qué más hacer.

    Saqué mi Kindle y me preparé para leer:

    —Estamos muy lejos de Pakistán y es muy probable que la mayoría de nosotros nunca vaya hasta allá, pero escuchen esto.…

    Mientras leía el artículo podía sentir el dolor de la congregación ante la idea de que una madre y su hijo fueran quemados vivos por su fe. Como yo, ellos también sufrían por aquellos cristianos que habían perdido familiares, hogares y trabajos.

    —Ahora vamos a orar —dije luego de leer el artículo—. Dios dijo que en el día de la angustia le invocáramos y que Él nos respondería. Vamos a ponernos en pie y unirnos en grupos de tres o cuatro por todo el edificio. La Biblia también dice que el Señor es «Dios de toda consolación». Vamos a pedir a nuestro Padre que ministre a esos queridos hermanos al otro lado del mundo.

    De inmediato el edificio se llenó de voces fervientes con el sagrado sonido de hombres y mujeres que invocaban el nombre del Señor.
  • Mily Sietecompartió una citahace 3 años
    Me preocupaba que otros en la cafetería vieran mis lágrimas y se preguntaran qué me pasaba. ¡Qué tragedia! Yo no podía imaginar el sufrimiento que aquellas personas atravesaban por su fe en Jesús. Me sentía tan unido a ellos, aquellos hermanos y hermanas a quienes no conocía personalmente pero con quienes un día pasaría la eternidad.

    Como el señor Hameed, soy cristiano y abuelo, pero ahí terminan las similitudes. Nunca he abierto mi puerta a una turba airada ni he tratado de proteger a mi familia de los saqueadores. Nunca he visto a mi familia morir mientras tratan de escapar de las llamas de una casa ardiendo. Nunca he sufrido violencia física por mi devoción a Cristo. Solo podía tratar de imaginar cómo esas circunstancias probarían su fe … o mi fe.

    Es posible que aquí en los Estados Unidos nosotros, los creyentes, pensemos que algo tan tonto como un embotellamiento del tránsito o un auto que no arranca está probando nuestra fe. La verdad es que todos estamos malcriados, y me incluyo. Yo tenía tanto y ellos tan poco; nuestras vidas y experiencias eran polos opuestos. Y, sin embargo, ahora yo sentía una gran carga por ayudarlos. Pero, ¿cómo? Yo no conocía a nadie en Pakistán. Yo era simplemente un hombre que almorzaba solo en una cafetería de Long Island.

    El Espíritu Santo había tocado mi corazón de una manera inusual, y no podía dejar de orar por ellos. Señor, sé con tu pueblo. Ayúdales a encontrar comida, trabajo y un techo sobre sus cabezas, una cama donde puedan descansar. Consuélalos en su dolor. Guarda sus mentes, no permitas que pierdan la fe por la violencia cometida en su contra. Oré hasta que no supe cómo seguir orando. Cuando terminé, me sentía como si hubiera hecho todo lo que podía, sin embargo, el peso de su tragedia seguía en mi corazón.

    Durante el resto de aquel lunes y gran parte del día siguiente seguí ocupado en mis asuntos, pero a menudo mi mente regresaba a aquellas personas y cada vez que lo hacía intercedía por ellas en oración. Un hombre vendía granos en una carretilla, pero la turba se la quemó junto con un baúl para la dote de su hija. ¿Adónde encontraría trabajo ahora que ya no tenía las herramientas para trabajar? De repente las familias se habían quedado desamparadas y en la calle, buscando un lugar donde vivir. Ni siquiera la gente de su iglesia los podría ayudar porque también habían quemado y saqueado otras cien casas. Solo Dios podía ayudarles a lidiar con semejante dolor y pérdida.
  • Mily Sietecompartió una citahace 3 años
    Las paredes negras y ampolladas de la habitación de la familia Hameed cuentan un crimen inefable. El sábado murieron allí siete miembros de la familia, seis de ellos quemados vivos por una turba que irrumpió en su casa y mató al abuelo de un disparo, solo por ser cristianos.

    La familia se había amontonado en la habitación y hablaban en susurros, con sus espaldas apretadas contra la puerta, mientras la turba los insultaba.

    «Ellos decían: “Si salen, los matamos”», contó Ikhlaq Hameed, de 22 años, quien pudo escapar. Entre los muertos había dos niños, Musa, 6, y Umaya, 13.1

    El artículo describía una matanza que perpetuó a una multitud de veinte mil musulmanes y que duró ocho horas en Gojra, Pakistán, donde los cristianos representan menos del cinco por ciento de la población. Además de los miembros asesinados de la familia Hameed, veinte cristianos resultaron heridos y la turba quemó y saqueó cien hogares cristianos, en algunos casos acabaron con el sustento de la familia.

    ¿Por qué?

    El día antes, en una fiesta de bodas en una villa cercana, acusaron a los cristianos de quemar un Corán. Los oficiales que examinaron la acusación dijeron que los cargos eran falsos, pero los líderes religiosos de la localidad usaron la noticia para convocar a los musulmanes en contra de la minoría cristiana.

    Los Hameed, una familia cristiana, no estaban involucrados en nada de eso. Ellos estaban desayunando en su casa mientras la turba se organizaba cerca de allí. Cuando el abuelo abrió la puerta para ver qué ocasionaba el ruido, los musulmanes entraron corriendo. Los Hameed trataron de refugiarse en una habitación trasera mientras la turba entraba a su casa y la saqueaban antes de prenderle fuego.

    El Espíritu se mueve en mí
    Yo no podía creer lo que estaba leyendo. No es frecuente que el maltrato a los cristianos reciba publicidad en la prensa nacional, sin embargo, esta historia estaba en el New York Times. Busqué información adicional en otros periódicos y supe que, al parecer, la policía pakistaní estuvo presente mientras ocurría la masacre y no hizo nada. El comentario de uno de los sobrevivientes fue lo que más me conmovió. Decía que no se vengaría porque la Biblia le enseñaba a orar para que sus enemigos vieran la luz.

    Comencé a orar por los cristianos en Pakistán, pero mientras oraba em‍

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