Pretende ser la voz silenciosa de esa sociedad negra que, sin la pretensión de hacerse con el poder ni de involucrarse en guerras fraticidas, exige, simple y llanamente, lo que es suyo:
su derecho a vivir en libertad, en igualdad y en fraternidad en su propia tierra, Sudáfrica.
Valores que Caleb no llegó a conseguir, menos si cabe a vivirlos en propia vida, porque tuvo el coraje de sacrificarla, orgulloso y convencido de que, en un no muy lejano futuro, otros compañeros de lucha lo conseguirían; como así fue.