El zen enseña que el despertar tiene que venir desde dentro, tiene que brotar del corazón de cada uno. Se cuenta, por ejemplo, de un famoso maestro de zen que tiró todas las imágenes de Buda a la estufa para calentar la habitación en la que estaban sentados él y sus discípulos.
La doctrina de Buda sólo nos ayuda hasta cierto punto en el camino. Tal vez señala el camino, pero se trata de avistar lo que se señala, es decir, el propio despertar. Las personas somos muchas veces como niños y nos interesa más el dedo índice que lo que éste señala. A menudo nos interesan más las ideas y ritos religiosos que la propia experiencia religiosa que constituye la base de los mismos. El «señalar directamente» puede contribuir a una inmediata vivencia de la realidad, un reconocimiento espontáneo que no pasa por las palabras.