Javier Berzosa

El orfanato de Heskinn

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  • Anna Salazarcompartió una citahace 8 años
    La ciencia no nos ha enseñado aún si la locura es o no lo más sublime de la inteligencia.
  • Maxicompartió una citahace 2 años
    tenedor cayó al suelo y el sonido estridente le perforó sus recuerdos como agujas clavadas en ellos
  • pamelalnplncompartió una citael año pasado
    creaba sueños con el bolígrafo en un papel. Prefería volar con sus dibujos lejos, muy lejos de donde se encontraba.
  • Sonya Sidorenkocompartió una citahace 3 años
    Las nubes encapotaban el cielo
  • andyblack2027compartió una citahace 7 años
    Las paredes eran de color beige, con suaves florecitas estampadas en el papel que las recubría por todo el edificio. El suelo, creado a través de madera de roble, tenía un aspecto mohoso y podrido que hacía retener la humedad en su interior. Isak no comprendía quién habría podido diseñar semejante monstruosidad. Aquella casona gris parecía estar abandonada, allí donde sólo un orfanato se había construido sin nada más a decenas de kilómetros, allí donde sólo las aves se atrevían a volar a su alrededor. Levantado en el siglo XVIII gracias al esfuerzo y a la dedicación de Alardaam Heskinn, el orfanato jamás había detenido la rueda que conformaba su historia.
    —"Essias Slevensson" —dijo Richard Heskinn leyendo un papel
  • andyblack2027compartió una citahace 7 años
    la espalda, observando a los niños día tras día cómo mejoraban sus conductas sociales y las calificaciones generales.
    —Vamos niños —dijo Eva Birgitta emocionada— os tengo que enseñar vuestro nuevo hogar, estaréis deseosos de conocerlo, ¿verdad? —la cara de ella irradiaba felicidad.
    Eva Birgitta era una mujer mayor, no superaba los setenta años de edad y había trabajado con el padre de Richard Heskinn mientras vivió. Su labor era ser lo más parecida a una madre allí dentro. Una señora amable, cariñosa y divertida con los niños. Un apoyo para ellos, un escalón en la mejora de sus estudios y un hombro donde llorar cuando lo necesitaran. Y cumplía a la perfección. Eva invertía tanto tiempo en sus niños que apenas descansaba, sus arrugas eran testigo de ello. Isak traspasó el umbral de la puerta con cierto pavor. Allí dentro se respiraba un aire cálido, un penetrante olor a humedad y a sal del mar que entraba por sus enormes ventanales. La brisa corría por su interior a sus anchas, traía vientos afrutados de los naranjos del patio exterior y limpiaba los pulmones de Leander Pettersson, que miraba al techo del orfanato anclado desde su silla de ruedas.
    —Acompáñenme a mi despacho. Iréis entrando de uno en uno conforme os vaya yo llamando —dijo Richard Heskinn caminando, la luz que entraba por la ventana del pasillo arrastraba una sombra enorme detrás de él.
  • andyblack2027compartió una citahace 7 años
    Richard Heskinn era el último sucesor en la cadena de la familia Heskinn, y propietario del orfanato tras la muerte de su padre: Lennart Heskinn. En el invierno de 1942, se hizo cargo de él, siguiendo con las mismas tradiciones y compromisos que le habían inculcado siempre. El señor Richard Heskinn había estado viviendo entre sus muros desde que nació, hacía ya cincuenta y seis años. Jamás había salido de él, nunca cruzó la valla que separaba el orfanato con el valle, era un hombre frío y hecho a medida de su hogar. Todo lo que sabía y lo que no sabía, todas sus virtudes y sus defectos se los debía al orfanato heredado año tras año, donde Alardaam Heskinn puso su primera piedra para levantar aquel pedacito de tierra donde prometían proteger a los débiles. Tenía el pelo oscuro, con una raya al lado chapado a la antigua, y un bigote idéntico al que lucía su padre el mismo día de su muerte. Su aspecto de viejo galán lucía imponente. Era un hombre alto y delgado, con brazos largos y piel apagada. Su mirada era penetrante, y bajo sus ojos, dos hinchadas ojeras negras le hacían parecer más mayor de lo que era. Siempre se le veía pasear por el orfanato con sus manos entrelazadas
  • andyblack2027compartió una citahace 7 años
    y ella es Eva Birgitta, vuestra madre en los próximos años— dijo él sonriendo, o eso le pareció a Isak, que vio pequeñas arrugas por la comisura de sus labios, detrás de un frondoso bigote marrón oscuro
  • andyblack2027compartió una citahace 7 años
    balanceaban libremente a causa del fuerte temporal, el sonido estridente del hierro oxidado rozando en cada vaivén era una melodía aterradora que Isak no podía aguantar. Aquel ruido le ponía extremadamente nervioso. Anduvo junto a los otros tres chicos hasta la entrada principal, donde se resguardaron de la lluvia y se sacudieron la ropa para deshacerse del agua.
    —Buenos días muchachos —se escuchó una voz masculina a pocos metros de allí con un ligero eco— entrad, os vais a resfriar ahí fuera, hace un día de perros.
    —Hola, buenos días —dijo Isak tímidamente mirando al señor, que iba acompañado de una señora mayor, con indumentaria eclesiástica.
  • andyblack2027compartió una citahace 7 años
    Lukah Heskinn-1859, Lennart Heskinn-1900, Richard Heskinn-1942.."
    Su fachada era de color grisácea oscura y apagada, tenía tres hileras de ventanas con marcos blancos por encima de la puerta. Isak se fijó que la última línea de ventanas, las de la tercera planta, estaban tapadas con tablas de madera que impedían entrar la luz por ellas. Un reloj enorme sobre la puerta de la entrada, oxidado y mohoso, marcaba una hora incorrecta que no se movía durante el transcurso del día. A Isak le gustó el aroma a césped mojado. El patio donde el autobús los había dejado era extenso y verde como un prado, salpicado con perfectos árboles, y decenas de figuritas de gnomos, creadas con esmero y dedicación a partir de mármol y madera. Los columpios
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