Las histéricas, que habían ingresado a la Salpêtrière por sus crisis “nerviosas”, por su humor caprichoso e impredecible, por sus síntomas vagos, variados e incontrolables, enviadas por sus familias que ya no las soportaban, vivían en estrecha relación con las epilépticas que presentaban crisis súbitas, muy aparatosas y aun peligrosas para su vida. Gracias al “mimetismo histérico”, estas mujeres reproducían tales ataques convirtiéndose, decía Delasiauve, en “histero-epilépticas”.