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Michel Foucault

Vigilar y castigar

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Quizás hoy provoquen vergüenza nuestras prisiones. El siglo XIX se sentía orgulloso de las fortalezas que construía en los límites de las ciudades y, a veces, en el corazón de éstas. Se complacía en esa nueva ben9nldad que reemplazaba los patíbulos. Se maravillaba de no castigar ya los cuerpos y de saber corregir en adelante las almas. Aquellos muros, aquellos cerrojos, aquellas celdas figuraban una verdadera empresa de ortopedia social. Quienes robaban eran encarcelados, también aquellos que violaban o mataban.

¿De dónde proviene el curioso proyecto de encerrar para corregir, disciplinar, controlar, que traen consigo los códigos penales de la época moderna? ¿Es una herencia de las mazmorras medievales? Más bien, una tecnología novedosa: el desarrollo de un conjunto de procedimientos de coerción colectiva para dividir en zonas, medir, encausar a los individuos y haceros a la vez «dóciles y útiles». Vigilancia, ejercicios, maniobras, puntajes, rangos y lugares, clasificaciones, exámenes, registros: una manera de someter los cuerpos, de dominar las multiplicidades humanas y de manipular sus fuerzas, que fue desplegándose en los hospitales, en el ejército, las escuelas y los talleres: la disciplina.

El Siglo XIX inventó, sin duda, las libertades, pero les dio un subsuelo profundo y sólido: la sociedad disclplinaria, de la que aún dependemos.
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535 páginas impresas
Propietario de los derechos de autor
Bookwire
Publicación original
2014
Año de publicación
2014
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Opiniones

  • Adolfo Borda Guilléncompartió su opiniónhace 5 años
    👍Me gustó

    Estupenda obra.

Citas

  • Pamela Ipinza Mayorcompartió una citahace 8 meses
    El asesinato que se nos representa como un crimen horrible lo vemos cometer fríamente, sin remordimientos”.7 La ejecución pública se percibe ahora como un foco en el que se reanima la violencia
  • Pamela Ipinza Mayorcompartió una citahace 8 meses
    Las notaciones de la infamia se redistribuyen: en el castigo-espectáculo, un horror confuso brotaba del cadalso, horror que envolvía a la vez al verdugo y al condenado, y que si bien estaba siempre dispuesto a convertir en compasión o en admiración la vergüenza infligida al supliciado, convertía regularmente en infamia la violencia legal del verdugo.
  • Pamela Ipinza Mayorcompartió una citahace 8 meses
    El castigo tenderá, entonces, a convertirse en la parte más oculta del proceso penal. Cosa que entraña varias consecuencias: la de que abandona el dominio de la percepción casi cotidiana, para entrar en el de la conciencia abstracta; se pide eficacia a su fatalidad, no a su intensidad visible; es la certidumbre de ser castigado, y no ya el teatro abominable, lo que debe apartar del crimen; la mecánica ejemplar del castigo cambia sus engranajes.

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