Un día veo a Kyle satisfaciéndose desvergonzadamente en su silla de ordenador. Que la visión de mi hermanastro desnudo arda en mi cerebro para siempre es una cosa. Lo que más me sorprende, sin embargo, es el hecho de que está oliendo mis bragas mientras las llevo puestas. ¿En qué diablos está pensando? Me he quedado sin habla. Arrugado. Vergonzosamente conmovido. Inexplicablemente se volvió loco. Quizás nunca debí haber mirado por el ojo de la cerradura. Pero ahora es demasiado tarde. Esa noche tengo que conseguirlo por más de una hora para domar mis antojos. Después de este incidente nada puede volverse como antes. Pero quizás el destino no lo ha previsto en absoluto.
