Nevó tres días y dos noches. Luego el sol se tomó casi una semana más para llevarse la nieve. Cuando por fin volvió a aparecer la ciudad de antes, un periodista resucitó el informe de la Comisión y declaró que el mundo había cambiado. Era una declaración descriptiva que nadie necesitaba. Bastaba con ver la ciudad que había emergido: se derretía y goteaba de a poco como un cuadro surrealista, hermosa en cierta manera, pero llena de mendigos muertos.