as carreras militares son carreras cortas. Actualmente, las fuerzas armadas francesas, el ejército de tierra, el del aire y la marina sumados, cuentan con unos efectivos de trescientos treinta mil hombres, si se incluye también a la gendarmería. El reclutamiento anual es de unas veinte mil personas; eso quiere decir que en poco más de quince años el conjunto de los efectivos del ejército francés se habrá renovado completamente. Si los jóvenes militantes identitarios, y casi todos ellos son jóvenes, se inscribieran masivamente en las convocatorias de alistamiento de las fuerzas armadas, podrían tomar el control ideológico de las mismas en un tiempo relativamente breve. Es la línea mantenida, desde el principio, por la rama política del movimiento; y eso fue lo que provocó hace dos años la ruptura con la rama militar, partidaria del paso inmediato a la lucha armada. Creo que la rama política mantendrá el control y que la rama militar sólo atraerá a algunos marginados procedentes de la delincuencia y fascinados por las armas; pero la situación podría ser diferente en otros países, en particular en Escandinavia. La ideología multiculturalista es aún más opresiva en Escandinavia que en Francia, y los militantes identitarios son numerosos y aguerridos; y por otro lado, el ejército sólo tiene unos efectivos insignificantes, quizá sería incapaz de hacer frente a unos disturbios importantes. Sí, si próximamente se desencadena una insurrección general en Europa, tal vez vendrá de Noruega o de Dinamarca; Bélgica y Holanda también son zonas potencialmente muy inestables.
Hacia las dos de la madrugada todo parecía haberse calmado y encontré fácilmente un taxi. Felicité a Lempereur por la calidad de su aguardiente de pera, pues prácticamente nos habíamos acabado la botella. Por supuesto, y como todo el mundo, hacía años, décadas incluso, que oía hablar de esos temas. La expresión «Después de mí el diluvio» se atribuye a veces a Luis XV y a veces a su amante Madame de Pompadour. Resumía bastante bien mi estado de espíritu, pero era la primera vez que me rondaba una idea inquietante: el diluvio, finalmente, podría llegar antes de mi propio fallecimiento. Evidentemente no esperaba tener un final de vida feliz, no había razón alguna para que no me alcanzara el duelo, la enfermedad y el sufrimiento; pero hasta el momento había esperado dejar este mundo sin una violencia desmesurada.
¿Era él demasiado alarmista? Desgra