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Libros
Olga Tokarczuk

Un lugar llamado Antaño

  • Miguel Alejandro Leóncompartió una citahace 4 años
    El peligro que amenaza este lado es la estupidez que procede de las ganas de dárselas de inteligente.
  • martecompartió una citahace 2 meses
    —¿Eli?

    —¿Sí? —levantó la vista hacia ella.

    —¿Te ha gustado?

    —Sí.

    Él alargó la mano, por encima de la mesa, hasta su cara. Ella retrocedió con brusquedad.

    —No me toques —dijo ella.

    El chico bajó la cabeza. Su mano volvió a la gorra. Guardó silencio. Genowefa se sentó.

    —Dime, ¿dónde querías tocarme? —preguntó en voz baja.

    Él levantó la cabeza y la miró. A ella le pareció ver rojizos destellos en sus ojos.

    —Te habría tocado aquí. —Y señaló el lugar en su propio cuello.

    Genowefa se pasó la mano por el cuello y sintió, bajo sus propios dedos, la piel caliente y el latido de la sangre. Cerró los ojos.

    —¿Y después?

    —Después te habría tocado los pechos…

    Ella respiró profundamente y echó la cabeza hacia atrás.

    —Dime dónde exactamente.

    —En el lugar más delicado y caliente… ¡Por favor, déjame que…!

    —No —dijo ella.

    Eli se levantó con ímpetu y se puso delante de ella. Ella sintió su aliento a pan dulce y a leche, como el aliento de un niño.

    —No puedes tocarme. Prométele a tu Dios que no me vas a tocar.

    —¡Zorra! —dijo él con voz ronca, y tiró al suelo la gorra arrugada.

    La puerta se cerró con un golpe seco tras él.

    Por la noche, Eli volvió. Llamó a la puerta con delicadeza y Genowefa supo que era él.

    —Me he dejado la gorra —dijo en voz baja—. Te quiero. Te juro que no te voy a tocar hasta que tú lo quieras.

    Se sentaron en el suelo de la cocina. Las rojas estelas de las brasas iluminaban sus rostros.

    —Es necesario saber si Michał vive. Aún sigo siendo su mujer.

    —Voy a esperar, pero dime, ¿cuánto tiempo?

    —No sé. Pero puedes mirarme…

    —Enséñame los pechos.

    Genowefa se bajó el camisón por los hombros. Su vientre y sus pechos desnudos resplandecían al rojo vivo. Escuchó cómo Eli contenía la respiración.

    —Demuéstrame cómo me deseas —dijo ella en voz baja.

    Él se desabotonó los pantalones y Genowefa vio su miembro hinchado. Sintió el placer de ver realizado el sueño que colmaba todos sus esfuerzos, todas sus miradas y todos sus suspiros. Aquel placer estaba fuera de control y era imposible detenerlo. Lo que ocurría en aquel momento era terrible, porque después ya nada más podría existir. Aquello se realizaba, se desbordaba. Algo terminaba. Algo empezaba. Y, desde ese instante, todo cuanto sucediera sería insulso y repugnante. El hambre que se despertaba ahora sería más intensa que en cualquier momento del pasado.
  • Claudia Htcompartió una citahace 2 meses
    El Negro es profundo y oscuro.
  • Claudia Htcompartió una citahace 2 meses
    El peligro de la frontera oeste es el pecado de la soberbia.
  • Claudia Htcompartió una citahace 2 meses
    Este pueblo es amenazador, porque engendra el deseo de poseer y de ser poseído.
  • martecompartió una citahace 2 meses
    Hay dos tipos de aprendizaje. Uno exterior y otro interior. El primero es considerado el mejor, incluso el único. Por eso, el hombre aprende haciendo largos viajes, mediante la observación, la lectura, las universidades, las conferencias. Aprende gracias a lo que ocurre en el mundo externo que le rodea. El hombre es un ser estúpido que tiene que aprender. Se pertrecha de conocimientos, los recolecta como una abeja hasta tener cada vez más, después los utiliza y los transforma. Pero lo interno, lo que es «estúpido» y necesita aprendizaje, eso no cambia. Espiga aprendió asimilando en su interior lo que recogía en el exterior.

    El conocimiento que tan solo se va acumulando no cambia en nada al hombre, o lo cambia aparentemente, por fuera; es como cambiar de ropa. Por el contrario, quien aprende absorbiendo hacia su interior sufre incesantes cambios, porque incorpora a su ser lo que aprende.
  • martecompartió una citahace 2 meses
    Un ángel no tiene el mismo entendimiento que un hombre, no extrae conclusiones, no juzga. No piensa de una forma lógica. A algunos, un ángel les parecería estúpido. Sin embargo, un ángel lleva en sí, desde el principio, el fruto del árbol de la sabiduría, puro conocimiento que tan solo se enriquece a través de la simple intuición. Es una mente desprovista de pensamientos y, por tanto, carente de equivocaciones y del temor que conllevan. Es una mente sin los prejuicios que surgen de la percepción errónea. Aunque, como todo lo creado por Dios, también los ángeles son volubles. Eso explica por qué el ángel de la guarda de Misia a menudo no se encontraba a su lado cuando ella lo necesitaba.
  • martecompartió una citahace 2 meses
    Espiga era corpulenta y hermosa. Su pelo era rubio y su piel blanca nunca se rendía al sol. Siempre miraba descarada y directamente a la cara, incluso al cura. Tenía los ojos verdes y uno de ellos se le desviaba ligeramente. Los hombres que se iban con Espiga a los arbustos, después, siempre se sentían raros. Se abrochaban los pantalones y volvían con las caras enrojecidas al cargado ambiente de la taberna. Espiga nunca quería tenderse boca arriba. Decía:

    —¿Por qué tienes que estar tú encima? Yo soy igual que tú.

    Prefería apoyarse de cara a un árbol o a una de las paredes de madera de la taberna y echarse la falda sobre la espalda. Su trasero brillaba en la oscuridad como la luna.

    Así fue como Espiga conoció el mundo.
  • martecompartió una citahace 2 meses
    Después, la mujer vieja se desnudaba ante el espejo y examinaba su barriga. Se metía en la cama y, a pesar de las almohadas y de los calcetines de lana, no dejaba de sentir frío. Tardaba mucho en dormirse porque en el sueño, igual que en el agua, siempre se entra con los pies
  • martecompartió una citahace 2 meses
    En el centro de Antaño, Dios erigió una colina que invade cada verano una multitud de abejorros. Por eso, la gente la llamó la Colina del Abejorro. Porque a Dios le corresponde crear y al ser humano dar nombres.

    Del noroeste a
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