Marginales, alcohólicos, drogadictos, deprimidos pero siempre vitales, los personajes de Christian Asenjo vuelven a ocupar las calles de la ciudad maligna y se entregan a todo tipo de experiencias como si fuera su última oportunidad. En algún punto, el sexo, el amor y la amistad aparecen siempre como una manera de salvación, en la que los contrastes no son para otra cosa más que para confirmar que, marginales y todo, las pulsiones por seguir adelante son siempre las mismas.