―¿Qué te creías? ―pregunté―. ¿Que me estaba colando por el desagüe de la desesperación sin ti?
Entornó los ojos y la vergüenza le tiñó las mejillas.
―No debería de haber venido. Tate estaba segura de que estabas esnifando cocaína del trasero de una prostituta. Me acosó para que los acompañara.