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Frédéric Bastiat

La Ley

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  • b2066162900compartió una citahace 5 años
    [54] Bastiat, Obras, óp. cit., pág. 171. <<

    [55] «El Estado tiene dos manos, una

    para recibir y otra para dar; dicho de

    otro modo, la mano fuerte y la mano

    suave. La actividad de la segunda está

    necesariamente

    subordinada

    a

    la

    actividad de la primera. En rigor, el

    Estado puede tomar y no dar, lo cual se

    produce y explica por la naturaleza

    porosa y absorbente de sus manos, que

    retienen siempre una parte y algunas

    veces la totalidad de lo que tocan. Pero

    lo que nunca se ha visto, lo que jamás se

    verá y ni siquiera puede concebirse, es

    que el Estado dé al público más de lo

    que de él recibe… Así, dos esperanzas

    en la gente y dos promesas en el

    gobierno: muchos beneficios y ningún

    impuesto. Esperanzas y promesas que,

    al

    ser

    contradictorias,

    jamás

    se

    realizan… [El Estado] choca siempre

    con la contradicción: si quiere ser

    filántropo, no tiene más remedio que

    forzar la fiscalidad; si renuncia a la

    fiscalidad, tiene que renunciar también a

    la filantropía. Estas dos promesas se

    contrarrestan

    entre



    siempre

    y

    necesariamente. Usar el crédito, es

    decir,

    devorar

    el

    porvenir,

    es

    ciertamente

    un

    medio

    actual

    de

    conciliarlos; se intenta hacer un poco de

    bien en el presente a expensas de mucho

    mal en el futuro
  • b2066162900compartió una citahace 5 años
    «Hace poco oímos negar la

    legitimidad del arrendamiento. Sin

    llegar a tanto, a muchos les resulta

    difícil comprender la perennidad del

    arriendo de capitales. ¿Cómo es posible,

    dicen, que un capital una vez formado,

    pueda

    dar

    una

    renta

    eterna?

    Expliquemos con un ejemplo esta

    legitimidad y esta perennidad. Tengo

    cien sacos de trigo con los que podría

    vivir durante el tiempo en que ejerzo un

    trabajo útil. En lugar de esto, los presto

    durante un año. ¿Qué me debe el

    prestatario? La restitución de mis cien

    sacos de trigo. ¿Sólo me debe esto? En

    este caso, yo habría hecho un servicio

    sin recibir nada a cambio. Me debe,

    pues, además de la simple restitución de

    lo

    prestado,

    un

    servicio,

    una

    remuneración que estará determinada

    por las leyes de la oferta y la demanda:

    eso es el interés. Resulta, pues, que al

    cabo de un año vuelvo a tener cien sacos

    de trigo que puedo prestar, y así

    sucesivamente durante una eternidad. El

    interés es una pequeña porción del

    trabajo que, gracias a mi préstamo, ha

    podido realizar el prestatario. Si

    dispongo de suficientes sacos de trigo

    para que los intereses basten para mi

    subsistencia, puedo vivir sin trabajar y

    sin perjudicar a nadie, y podría

    demostrar que el ocio así conquistado es

    incluso uno de los motivos que impulsan

    el progreso de la sociedad». ibíd., págs.
  • b2066162900compartió una citahace 5 años
    Posiblemente la idea de Bastiat que

    más ha permanecido es la que explicó

    con la falacia de la ventana rota, y que

    consiste en que para determinar si una

    medida es buena o mala, han de mirarse

    sus consecuencias a largo plazo para

    toda la población, y no sólo las que

    tienen lugar a corto plazo para una parte

    de la misma. Otra publicación popular

    de

    Bastiat

    es

    Petición

    de

    los

    fabricantes de velas, donde explora

    satíricamente la irracionalidad del

    proteccionismo.

    Su pequeño libro La Ley es

    considerado

    actualmente

    su

    obra

    maestra, explicando con claridad la

    función de la ley en la vida social.
  • b2066162900compartió una citahace 5 años
    También la experiencia está a mi

    favor. Contemplad el globo. ¿Cuáles son

    los pueblos más felices, más morales,

    más pacíficos? Aquellos en los que la

    ley interviene lo menos posible en la

    actividad privada, en los que el

    gobierno menos se deja sentir, en los

    que la individualidad tiene más cancha y

    la opinión pública más influencia, en los

    que los mecanismos administrativos son

    menos numerosos y menos complicados,

    los impuestos menos gravosos y menos

    desiguales, el descontento popular

    menos excitado y menos justificable; en

    los que la responsabilidad de los

    individuos y de las clases es más activa,

    y en los que, por consiguiente, si las

    costumbres no son perfectas, tienden

    inexorablemente a rectificarse; en los

    que las transacciones, las convenciones

    y las asociaciones tropiezan con menos

    trabas; en los que el trabajo, los

    capitales y la población sufren menos

    desplazamientos artificiales; en los que

    la humanidad obedece más a su propia

    inclinación; en los que la idea de Dios

    prevalece más que las ocurrencias de

    los hombres. En una palabra, aquellos

    que más se acercan a esta solución: en

    los límites del derecho, todo por la libre

    y perfectible espontaneidad del hombre;

    nada por la ley y por la fuerza sino la

    justicia universal.
  • b2066162900compartió una citahace 5 años
    Y reto

    a que alguien me diga de dónde podría

    venir la idea de una revolución, de una

    insurrección, de una simple revuelta

    contra una fuerza pública que se limita a

    reprimir la injusticia. En un régimen así

    habría más bienestar, el bienestar estaría

    mejor repartido, y en cuanto a los

    sufrimientos

    inseparables

    de

    la

    condición humana, nadie pensaría en

    echarle la culpa al gobierno, que sería

    tan ajeno a ellos como a los cambios de

    temperatura. ¿Se ha visto alguna vez al

    pueblo levantarse contra el Tribunal

    Supremo o irrumpir en el despacho del

    juez de paz para reclamar el salario

    mínimo,

    el

    crédito

    gratuito,

    los

    instrumentos de trabajo, unos aranceles

    favorables o un taller social? Sabe

    perfectamente que estas atribuciones no

    son

    competencia

    del

    juez,

    y

    comprendería fácilmente que tampoco lo

    son de la ley.

    Pero si la ley se basa en el principio

    de fraternidad, si se proclama que de

    ella derivan los bienes y los males, que

    es responsable de todo dolor individual,

    de toda desigualdad social, quedará

    abierta la puerta a una serie sin fin de

    quejas, de odios, de desórdenes y de

    revoluciones.

    La ley es la justicia.
  • b2066162900compartió una citahace 5 años
    La ley, pues, no es más que la

    organización del derecho individual

    preexistente de legítima defensa.

    La ley es la justicia.
  • b2066162900compartió una citahace 5 años
    ¿Qué es la ley? ¿Qué

    debe ser? ¿Cuál es su ámbito? ¿Cuáles

    son sus límites? ¿Dónde terminan, por

    consiguiente,

    las

    atribuciones

    del

    legislador?

    Y no dudo en responder: la ley es la

    fuerza común organizada para impedir

    la injusticia. En una palabra, la ley es

    la justicia.
  • b2066162900compartió una citahace 5 años
    Lamartine me

    escribió en alguna ocasión: «Vuestra

    doctrina no es más que la mitad de mi

    programa; usted se ha quedado en la

    libertad, mientras que yo estoy en la

    fraternidad». Yo le contesté: «La

    segunda mitad de vuestro programa

    destruirá a la primera». Y, en efecto, me

    resulta totalmente imposible separar la

    palabra fraternidad de la palabra

    voluntaria.

    Me

    resulta

    del

    todo

    imposible concebir la fraternidad como

    legalmente forzada sin que la libertad

    sea legalmente destruida y la justicia

    legalmente pisoteada.
  • b2066162900compartió una citahace 5 años
    es preciso reconocer que la

    verdadera solución, tan buscada, del

    problema social se encierra en estas

    simples palabras: la ley es la justicia

    organizada.
  • b2066162900compartió una citahace 5 años
    Ausencia de expoliación: es el

    principio de justicia, de paz, de orden,

    de estabilidad, de conciliación y de

    buen sentido que yo proclamaría con

    todas las fuerzas de mis pulmones, hasta

    el último aliento.
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