La cuna del pensamiento político y filosófico occidental fue, según un conjunto de elementos de carácter fundamentalmente históricos, Grecia. A partir de allí Esteban Crevari hace un recorrido sobre el pensamiento filosófico clásico, en particular de Platón y Aristóteles. Evidencia la recurrencia de la ampliación y el achicamiento de la participación política y sus eventuales actores predominantes. La ligera referencia destinada a la civilización romana, y los posteriores señalamientos en torno a la cosmovisión cristiana, también permiten encontrar en la figura de una curva sinusoidal una elocuente analogía entre participación y cercenamiento, o bien, entre concentración y desconcentración del poder político. Promueve el reconocimiento de un pensamiento político caracterizado por un grado más creciente de autonomía, que con los antecedentes aportados por Bodino y Tomas Moro separan y alejan a la política de connotaciones dogmáticas o presupuestos de carácter filosófico o teológico. En tal sentido, irrumpe el pensamiento de Nicolás Maquiavelo como portador de un pensamiento político moderno y a la vez, como forjador de un andamiaje teórico íntimamente integrado al esquema estatal de nuestros días. Mediante este recorrido histórico pretendió analizar la evolución y el desarrollo de la participación política, como muchos de los avatares que ocasionalmente pudieron oficiar como causa de su bloqueo o potenciación parcial o total. También procuró enfatizar especialmente la noción de autonomía de lo político, particularmente puesta de manifiesto a través de postulados congruentes con momentos históricos de ruptura, como los señalados por Marsilio de Padua y Lutero, Bodino y la noción de soberanía, o la teoría política de Nicolás Maquiavelo, y sus nexos con otros pensadores.